Durante años fui esclavo de la pornografía. Probé de todo: fuerza de voluntad, motivación, hábitos… nada funcionaba. No fue hasta que conocí a Cristo que todo cambió. Él no solo me perdonó, me transformó. Ahora dedico mi vida a ayudar a otros hombres a encontrar la libertad que solo Jesús puede dar.
Josef Nájera
Creador de contenido Cristiano para Hombres
Me sentía vacío. Sabía que estaba mal, pero no podía parar. Lo hacía en secreto. Y cada vez, con más culpa. La pornografía no solo afectó mi mente.
Me robó mi enfoque, mi energía, mi relación con Dios. Me quitó la alegría. Me dejó con vergüenza. Empecé a tener miedo. Miedo de que me descubrieran. Miedo de nunca poder salir.
Y lo peor: aunque decía que quería cambiar, en el fondo no quería soltarlo. Era mi refugio, mi consuelo falso, mi ídolo disfrazado. Me estaba destruyendo… y yo lo sabía.
Después de años de esclavitud, de sentir que nunca iba a cambiar, llegó el momento que cambió mi vida para siempre. Fue una noche como cualquier otra. Caí otra vez. Y entre lágrimas, desesperado, oré como nunca antes. No pedí más fuerza de voluntad. No pedí más motivación. Solo dije: “Dios, ya no puedo solo. Si tú no me liberas, no salgo de esta”.
Y fue ahí donde empezó mi verdadera libertad.
Leí un libro que me recomendó un amigo, y algo hizo clic. Me di cuenta de que el problema no era solo el pecado… era que todavía pensaba que lo necesitaba. Pero en Cristo, vi la verdad: ya no soy esclavo. Ya no tengo que ceder. Porque su Espíritu vive en mí.
Cristo me liberó. Y no solo eso… también me dio propósito: ahora uso mi historia para ayudar a otros hombres a salir de lo mismo. Porque si Él me salvó a mí, también puede hacerlo contigo.
A los 20 años, después de otra caída más, me quedé en la cama sin fuerzas. Sentía asco. Culpa. Desesperación. No podía seguir prometiéndole a Dios que iba a cambiar. Ya no quería más promesas. Ya no quería sentirme cristiano a medias.
Esa noche, entre lágrimas, no le pedí a Dios fuerza… le pedí liberación.
Le dije: “Dios, si tú no me liberas, me hundo. Ya no puedo más. Ya no quiero esto en mi vida. Si de verdad eres real, quítame esta cadena”. Y Él respondió. No fue inmediato, pero fue real. Desde ese momento, empecé a ver con otros ojos. Ya no quería luchar para cambiar. Quería estar con Él. Y eso lo cambió todo.
Los primeros días fueron intensos. Pero no difíciles. Porque por primera vez… la tentación desapareció por completo.
Después de leer ese libro, ya no tenía ni ganas de volver a ver pornografía. No fue un esfuerzo. Fue libertad. Una libertad tan clara, que casi no lo podía creer.Poco a poco, empecé a entender verdades que siempre estuvieron ahí, pero que yo nunca había creído de verdad:
Hoy, después de mucho tiempo, puedo decir con total honestidad: soy completamente libre.
Una noche, después de caer otra vez, me quedé acostado en la cama… inmóvil. Llorando. Orando sin palabras. Pensando: “Dios, ya no puedo más. ¿Dónde estás?”
No era la primera vez que prometía cambiar. Pero esa vez no prometí nada. Solo le dije:
“Hazlo tú… porque yo ya no puedo.”Durante años llevé una doble vida: por fuera parecía tener todo bajo control, pero por dentro me sentía podrido, esclavo, sin poder decirle a nadie. Y esa noche, por fin, me rendí.
Dios me liberó después de 5 años de esclavitud. Y cuando por fin respiré libertad, supe que no podía quedarme callado.
No soy un influencer ni un coach con frases bonitas. Soy un hombre libre, ayudando a otros a serlo también. He visto a decenas romper cadenas, no por mis consejos… sino porque Cristo sigue liberando.
No uso psicología moderna ni trucos motivacionales. Lo que enseño viene de la Palabra de Dios y de mi propia guerra contra el pecado. No te doy teoría, te doy lo que viví.
Si estás harto de caer, si ya probaste de todo y no aguantas ni un día más atado, yo te voy a mostrar el camino. No porque yo tenga el poder, sino porque Cristo me liberó a mí… y puede liberarte a ti también. Solo necesitas estar listo para rendirte y dejar que Él haga lo que tú no pudiste.
Si llegaste hasta aquí, no es casualidad. Dios te está llamando. Yo estuve donde tú estás: atrapado, frustrado, sintiendo que ya nada funcionaba. Pero cuando obedecí, todo cambió. Si tú también estás harto de caer, si estás listo para tomar en serio tu libertad, entonces este es tu siguiente paso:
60 minutos que cambiarán tu vida
Oferta especial para nuevos clientes
Pago seguro • Garantía de satisfacción • Disponibilidad limitada
Tu libertad no puede esperar. Cristo ya pagó el precio - ahora es tiempo de caminar en ella.